El matrimonio, es algo
preciado (y precioso) porque
es un tesoro que requiere del
mayor mimo, atención y
cariño. Es también decirle
a Dios que sí, que aceptas
feliz la vocación que Él
había preparado para ti
y que tu camino hacia la
santidad la depositas en
aquella persona con la
que te casas. Es el
compromiso de dejar
de lado las decisiones
individuales para
convertirlas en decisiones
compartidas, y buscar a
Dios cuando más cueste.
Asumir que esta alianza,
que ante todo te da
felicidad, también puede
dolerte porque será tu
lugar más vulnerable.
Y de ahí la maravilla.
De ahí todo lo eterno,
real y divino.
preciado (y precioso) porque
es un tesoro que requiere del
mayor mimo, atención y
cariño. Es también decirle
a Dios que sí, que aceptas
feliz la vocación que Él
había preparado para ti
y que tu camino hacia la
santidad la depositas en
aquella persona con la
que te casas. Es el
compromiso de dejar
de lado las decisiones
individuales para
convertirlas en decisiones
compartidas, y buscar a
Dios cuando más cueste.
Asumir que esta alianza,
que ante todo te da
felicidad, también puede
dolerte porque será tu
lugar más vulnerable.
Y de ahí la maravilla.
De ahí todo lo eterno,
real y divino.